Las logias constituidas en las dos últimas décadas del siglo XIX en la Provincia de Murcia, tuvieron vidas efímeras, hasta el punto de que ninguna llega a traspasar el umbral del siglo XX.
La más peculiar fue la fundada en la ciudad de Yecla en 1893, que prolongará sus trabajos hasta 1897, año en el que entra en un sueño del que no despertará.
Es la logia Hijos del Trabajo n° 194, que solicitó federarse al Gran Oriente Español, que dirigía desde 1889 como Gran Comendador Miguel Morayta.
El 2 de septiembre, recibe la autorización solicitada y se procede a la jura de rito y a someter su reglamento interior al examen del GOE.
Al principio contó solo con siete miembros. Confrontada al carácter mesocrático de la institución y haciendo honor a su nombre, sus componentes pertenecieron a la clase proletaria o artesanal; de ellos, solo cuatro eran oriundos de Yecla; los tres restantes procedían de Alicante.
Su primer cuadro lógico fue el siguiente:
- Venerable Maestro, José Carpena Vicente
- Primer Vigilante, José Llopis Fuentes
- Segundo Vigilante, F. Ortega Yagüe
- Orador, Tomás Santonja Tonnás
- Secretarlo, José Valls Gil
- Tesorero, Pedro Ibáñez Alonso
- Maestro de Ceremonias, Juan Ibáñez Alonso
- Sin oficio en la Logia:
- Sr. Padilla, Carpintero
- Sr. Zorrilla, Comerciante
- Alian Kardec, Albañll
- Sr. Bertollet, Tintorero
- Sr. Cervantes, Alfarero
- Sr. Prlm, Bracero
- D. Teófilo, Bracero
Este cuadro estuvo sometido a variaciones a lo largo de los cuatro años de
vida de la logia —traslados, iniciaciones, expulsiones, etc.—, tanto en su número como en los diferentes cargos ocupados por sus componentes. Al trasladarse, a principios de 1894 el VM a Buenos Aires, fue sustituido por José Llopis. Desde marzo de 1896, firma como tal el comerciante José
Serrano Canales.
A los pocos meses de su fundación, el 23 de noviembre de 1893, se produjo una escisión que mermó los efectivos de la logia: cuatro de los hermanos masones solicitaron plancha de quite, a pesar de que al separarse de la federación se incurría en irregularidad y por lo tanto no eran reconocidos por ningún taller regularmente constituido.
En la misma sesión se acordó ir contribuyendo para la creación de un «orfelinato y casa de masones pobres», dedicando a tal efecto el 25% de lo que fuese devengando la caja de beneficencia, proyecto utópico ya que el fondo del tesoro y la cotización mensual obligatoria (una peseta) eran cantidades exiguas y el estrato profesional al que pertenecían los miembros de la logia, tenía un sueldo que oscilaba entre las 2 y 3 pesetas diarias.
Los problemas económicos de la logia se mantuvieron a lo largo de toda su existencia: algunos miembros fueron dados de baja por falta de pago, otros se resistían a pasar de grado por no disponer de dinero para pagar los derechos correspondientes, y se solicitaban descuentos al Gran Oriente.
La creación del orfanato quedó en el aire, así como el establecimiento de una biblioteca, prevista en el Reglamento, a la que se daba una gran importancia ya que «la instrucción y el desarrollo de la inteligencia era “uno de los medios más eficaces para conocer y practicar la filosofía masónica”.
Las tenidas se celebraban en la residencia del VM, habilitada como templo; tanto él como su esposa, Mª Concepción Bañón (nombre simbólico, Rosario de Acuña), pertenecían a la Masonería. Cuando se marcharon a Buenos Aires, se levantaó de otro templo de planta, en el que se gastaron todos los fondos del tesoro. Desde ese momento, la correspondencia con el Gran Consejo fue irregular, deficiente y con retrasos, desde el domicilio de José Serrano (nombre simbólico Renán), primero secretario y después Venerable Maestro.
Respecto a su ideología, la logia «Hijos del Trabajo» sigue la de la Masonería
en general, coincidente, señala Ferrer Benimeli “con la del liberalismo: no es una religión, ni un partido político, ni un sindicato, ni una academia,
todo ello bajo un sistema de perfeccionamiento humano a través de unos rituales iniciáticos.
Dentro de la masonería, en general, el Gran Oriente Español tenía un
carácter más popular, democrático y tolerante, ya que permitió logias de
adopción o de damas, exclusivamente compuestas de mujeres.
Yecla contaba con unos 18.000 habitantes a finales del siglo XIX; había progresado económicamente desde mediados de siglo, debido al auge del cultivo de la vid y a la buena comercialización del esparto. Pero una crisis – 1892 a 1898 en la economía española afecta a la exportación de vino y de hierro.
La logia queda reducida a cinco miembros entre 1896 y 1897. Si bien, su número
había oscilado entre siete y nueve masones durante sus cuatro años de vida, en total pertenecieron dieciocho personas.
De ellos solo uno constaba como «propietario»; siete eran artesanos
(carpintero, alfarero, tintorero, esterero, etc.), dos albañiles, dos braceros, un
comerciante, un labrador, una señora dedicada a sus labores, y en tres casos no
se especificaba la profesión.
Tras casi un año sin celebrar tenidas en la logia y a su regreso de Oran, Serrano escribe al Gran Comendador la que se puede considerar acta de defunción de la misma; fue el 1 de febrero de 1897: “hemos quedado afiliados a esta logia cinco y me encargan le pida a Vd. una fórmula económica para no separarnos del Gran Oriente Español pues nos es imposible el poder continuar como hasta aquí, contando con que de abatir columnas no nos afiliamos a ningún otro Oriente. Y respecto a nuestra cuenta con el Gran Tesoro de 27 pesetas también
desean que se haga alguna condonación en virtud de las causas antes expuestas”.
No se conserva más documentación sobre la Masonería en Yecla. La logia debió abatir columnas para no resurgir más, en gran parte debido a la crisis económica de la ciudad que afectó seriamente a las modestas economías de sus afiliados.
Los trabajos masónicos de los yeclanos no constituyeron un complot revolucionario contra la sociedad local de aquellos años. Quizás la nota más característica en sus tenidas sea el anticlericalismo de sus miembros.
FUENTE: José Antonio Ayala